La España Moderna, Vol. 10: Octubre 1898
En una de las horas más angustiosas, aá. Esa hora crepus cular en que la tristeza se apodera soberanamente del cora zón, le vemos solo un día. Es al comienzo del Desertor de Sajalín. El compañero se ha ido. Entre las cuatro paredes de la yurta no hay más que obscuridad, frío y silencio. Fuera, una niebla impenetrable, una masa informe, yerta inerte. Con que tropieza la vista por todos lados. El rio, las chozas de la aldea, la iglesita, la nevada llanura, la linea sombría de la Taiga - del bosque virgen de Siberia - todo se halla sumer gido en ese pardo océano de vapor, y la propia casa parece entonces un islote perdido enmedio de 'un mar muerto 'sin orillas. Se comprende a Korolenko cuando dice que, en una hora así, el dolor, por mucho que se reprima, alza la cabeza interrumpe aquel silencio fúnebre para deslizar al oído del desterrado palabras despiadadas. ¡verse como enterrado en. Vida, y quizá por siempre! ¿cuántos podrán resistir á. Las insi dias desmoralizadoras del desaliento?
Korolenko ha resistido. Si sintió las garras del dolor, á.
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